"Cuando entra en
la habitación, envuelta en una toalla de baño, mis ojos hacen un esfuerzo casi
sobrehumano por abrirse y poder verla en el momento justo en que la tela rizada
cae al suelo. Entonces todo su cuerpo queda a merced de mi descentrada vista,
todo su esplendor y toda su belleza se me muestran sin nada que los oculte.
Desde mi lugar en la cama veo su espalda suave y sus nalgas, levantadas, que le
dan a sus formas un toque ciertamente excitante. También puedo ver, gracias al
espejo del armario, sus diminutos pechos, colocados en el lugar perfecto, y
bajando la mirada encuentro la selva donde convergen todos mis deseos. Me
encantaría incorporarme y que mis manos fueran hacia ella pero, sabedor del
esfuerzo que hice por abrir mis ojos, intuyo que mover mis noventa kilos, en
estos momentos, es algo totalmente imposible..."
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